Me siento en el borde de la butaca, escucho y pienso en todo lo que no sé, en todo lo que no deduzco, lo que no observo, lo que me falta por leer. Tanta ignorancia… Hago propósitos de intoxicación, de audaces impulsos, de saltos hacia el salvajismo o a las profundidades de la literatura. Luego me voy al agua. Nado sin sacar la cabeza en mucho tiempo, observo las burbujas y aguanto la respiración hasta que el acuático silencio me relaja las ansias. Regreso a casa bajo una lluvia leve y un viento oscuro. Se me agachan un poco las orejas, me queda mucho por hacer, tengo que aprovechar el tiempo que está en los intersticios de los dedos o darle lametazos a las piedras para buscar su jugo.
4 comentarios:
Humilde, cercana, sensible y fuerte...
Tantas veces esa sensación compartida (aunque supongo que incomparable. Eres muy humilde)
Besos
La próxima vez que nos veamos, sabiendo de antemano que eso ha de suceder, te regalaré una piedra... o dos. No para que las chupes, sino para que las toques y os comuniquéis. Ellas nos aportan cosillas.
¿cuántas piedras hay que poner una separada de otra para poder entender que estamos construyendo el revés del tiempo?
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