Foto de Ángel Muñoz

martes, 31 de diciembre de 2013

Todo eso que ocurre a su pesar y nos hace invencibles

No sabemos nada, casi, casi nada.
Pero nos gusta imaginar, creer que tenemos alguna capacidad de decisión, que ponemos el ánimo.
Descuento. Tiempo de descuento en realidad.
Algo pasará, algo tendrá que pasar porque todas las superficies tiemblan.
Mientras tanto: el amor.
Lo más extraño e intangible, mientras tanto.
El amor.
Su mirada magnífica y distorsionadora. O su clarividencia.

Recordar y atesorar lo que nos hace grandes: las manos apretadas, los abrazos que traspasan la ropa, las palabras sentidas y sus ojos, el olor novedoso de mi nieto, mis hijos y su arrojada forma de crecer, mi madre enviándome guasap imposibles que acaban en tequieros, el recuerdo/pellizco de mi padre, las mujeres que recitan su vida en la comuna 8, los paréntesis llenos de luciérnagas, las lluvias redentoras, las borracheras que dan frutos femeninos y hermosos, el baile, la pelea, las voces y los versos, tantas complicidades, las historias que se pueblan de gente que te acompaña para siempre, cada mirada, cada sueño, cada descubrimiento, los hombres y mujeres luminosos que no dejan de cruzarse conmigo, ese amor nuestro gigante y delicado... y esas cosas extrañas que sin embargo ocurren.

Todo eso que ocurre a su pesar y nos hace invencibles.

domingo, 15 de diciembre de 2013

Ojo de poeta



Hecha de lo que como por los cinco sentidos. La flor ojo de poeta es invasiva. Hay que tomar precauciones con ella. Colombia mantiene en mí su temblor, su vibración. Miro al centro de la flor, hipnotizada paseo las calles de Madrid, me embriago. Dar forma a los deseos me aleja de los miedos y camino hacia donde la ligereza me convoca. Se produce ese efecto, como en épocas armoniosas y lúcidas, la sensación de brillo, de levadura, pompa de ebullición.

El ojo de poeta invade, se traga los espinos, se adhiere a los troncos rugosos, salpica cualquier verde con su flor soleada.

Es glorioso cuando algo ha prendido dentro y lo notas y sabes que habrá un fruto y no te importa el tiempo que llevará su maduración y desconoces cuál será su sabor, pero lo notas, como todo, en el estómago, en sus alrededores, sabes que sólo está pidiendo riego.

Y yo, ahora, soy agua.