Hecha de lo que como por los cinco sentidos. La flor ojo de poeta es invasiva. Hay que tomar precauciones con ella. Colombia mantiene en mí su temblor, su vibración. Miro al centro de la flor, hipnotizada paseo las calles de Madrid, me embriago. Dar forma a los deseos me aleja de los miedos y camino hacia donde la ligereza me convoca. Se produce ese efecto, como en épocas armoniosas y lúcidas, la sensación de brillo, de levadura, pompa de ebullición.
El ojo de poeta invade, se traga los espinos, se adhiere a los troncos rugosos, salpica cualquier verde con su flor soleada.
Y yo, ahora, soy agua.
No hay comentarios:
Publicar un comentario