Foto de Ángel Muñoz

viernes, 17 de febrero de 2012

A la poesía no se la comen los gusanos

Ayer, recital en el instituto Beatriz Galindo. Después de mi lectura, el poeta Emilio Porta advierte al alumnado de que la poesía es ANTE TODO UN GÉNERO LITERARIO, que no basta con que transmita emoción, que tiene que estar sujeto a unas reglas y ser LITERATURA.
No sé si lo decía por mí, es probable que hablase en general pero..., como yo acababa de leer, y la que se pica ajos come, y la boca me ha sabido a ajo durante toda la noche porque no he podido digerir ese dogma ni mi torpeza al quedarme callada, en aras de aliviar mi tránsito lírico digo que para mí SÍ, la poesía es EMOCIÓN, es transgresión, es conmoción y es denuncia, es rasgar las cortinas opacas y asomarse a lo otro, hablar desde el estómago y desde el corazón, desde los pies, desde las manos y desde las neuronas, darle vuelta a los ojos hasta mirar en blanco, cerrar los párpados para desentrañar lo negro. La poesía es trascendencia y está viva y se retuerce y explora y sale de sí misma. Es un inmenso interrogante, es una enfermedad, un bicho, un pellizco, una sacudida, un grito y un doloroso desnudo desde la humanidad, desde la búsqueda. La poesía es un modo de vida, un trago inextricable, un golpe, un animal; es una combustión, un canto hecho de bilis, de ironía, de deseo, de instinto; una complicidad, un regalo, una angustia, retortijones y miedos, un vértigo, un verbo resbaloso, grumos y atascos, indecisión sobre las teclas, uñas rotas y rabia, rincones llenos de pelusas, clarividencia.
Cuando leo un poema, cuando escucho un poema, cuando escribo un poema, y vibro, no pienso en géneros ni en clasificaciones, me entrego y me emociono, sé que es poesía porque huele a poesía, porque sabe a poesía porque me hace poesía, porque está viva y no se la comen los gusanos.

martes, 7 de febrero de 2012

Donde no pueden alcanzarme


¡Ah, volver a nacer, y andar camino,
ya recobrada la perdida senda!
(Antonio Machado)







La frente pegada en el cristal,
observo la inclemencia de la que me he librado.
Cada verso me sirve de defensa
contra la bota sanguinaria
que marcha por ahí
espachurrando margaritas.
Me encuentro sola en esta plaza,
la de la incertidumbre y el delirio,
donde no pueden alcanzarme
quienes no saben nada de lo humano,
los que se sientan sobre los portafirmas
en los que archivan hojas de despido
y piden un café, y un bollo.
Lejos de sus impulsos de parásito,
mis poemas silvestres,
mis campos sin abono,
mi voz sin rédito,
mi culo sin asiento,
mis cabos libres,
mi palabra sin siglas.
Todo lo que me deja sin aliento
desde que me pusieron en la calle
por no seguir doblándome bajo su yunta.

miércoles, 1 de febrero de 2012

No sabía que sería poeta

De tus recuerdos infantiles
corre un nuevo tiempo por el jardín.
Te tumbaste en la hierba
y quisiste verme crecer.
(Kate Næss)

Tengo en mis manos el exquisito número 47 de Cuadernos del Matemático, con quienes colaboro por primera vez. 
Me viene a la memoria el tiempo en el que conocí la revista. Aquellos años de poesía despoblada e impropia, llena de recetas, recortes y estiramientos pero con el indulto de las ganas.
Leía la revista y sabía lo lejos que me quedaba todo aquello. 
Luego abría el cuaderno rojo, con espiral, imitaba con pobres resultados sobre el hule estampado, en la cocina.
Años antes, cuando iba a clase de mecanografía, en un pisito oscuro con olor a repollo, hacía que copiaba del manual pero nunca copiaba, siempre inventaba historias, disparates, escalofríos..., que luego hacía trizas sobre la papelera.
La tarea ineludible de seguir escribiendo para nadie, para entrenar los dedos, o el corazón.
Ahora leo mis poemas en los Cuadernos del Matemático, junto a poetas, a amigos, a queridos amigos, y me siento mayor. Me leo sin complacencia pero con orgullo, con alegría. 
Ya he estado en muchas partes, he conocido a mucha gente, algunas veces he encontrado la manera de decir lo que quiero, algunas veces me he sentido escuchada, algunas veces las palabras me han dado la palabra.
No sabía que sería poeta hasta hace un rato.
El rato que dura media vida.