Foto de Ángel Muñoz

domingo, 30 de diciembre de 2007

Lo hermoso y lo patético (III)

Alí es negro. En este caso no hay duda. Lo parece y lo es. También es alto, delgado y bebe un cubalibre. Mira hacia ninguna parte y sonríe. Deja ver sus encías rojas, sangrantes como sus ojos. Está de pie al lado de Marisa, la chica del club, juntos pero alejados, sabiéndose e ignorándose. Alí mueve de vez en cuando la cabeza, parece que pensara lo jodidamente absurdo que es todo: la decoración de este bar con sus plantas de plástico y sus neones de color verde, la gente que bebe y baila y baila y bebe y ríe, la música que suena y deja de sonar, interrumpiendo la fiesta, el frío que se cuela cuando algún parroquiano abre la puerta, los petardos que retumban en los rincones del barrio, la Nochebuena…
Alí sonríe como todos los borrachos pero menea la cabeza con un abatimiento propio de la consciencia del desastre, de la clarividencia. Se apoya en la barra, lleva el vaquero bajo, como un rapero, y abre las piernas como si estuviese esperando que alguien lo cacheara.
Me acerco a él con mi sonrisa etílica y le invito a bailar. Se ríe más y sigue moviendo la cabeza, a un lado y a otro, a un lado y a otro. Me dice que no, que no. Se ríe y bebe. Mira a Marisa pero ella permanece ausente sobre su copa. Le cojo de las manos y le muevo los brazos. Se deja hacer, como un muñeco destartalado. En cuanto puede se suelta de mí. Alí es de Mali. Le pregunto si no le gusta la música y me dice que sí, pero que no ésta. Creo que en ese momento sonaba David Bisbal o Chayanne o David Bustamante o Lolita. Dice que le gusta la música de su país y yo, estúpidamente, le digo que me gusta Youssou N´Dour, que aunque es senegalés es lo más cerca de Mali que se me ocurre. Asiente con la cabeza, creo que piensa que soy una pirada. Vuelvo a la carga y le pregunto a qué se dedica.
Alí es soldado, tiene sólo 23 años, dice que le gustan las armas y la defensa y también vivir en un cuartel porque allí nunca está solo y se come bien. Se vino de Mali porque su padre era un preso político, lo encarcelaron en 1986, durante la dictadura, cuando él era un niño. Su madre murió seis años más tarde. Ninguno de los dos presidentes democráticos de Mali habían hecho nada por liberar a su padre. Vivió con una hermana de su madre hasta que cumplió los 18 años y pudo llegar a España de alguna forma que no quiso explicar. Aquí se alistó en el ejército y ahora dice que cada vez que se viste de uniforme lo hace por su padre y que si algún día el viejo consigue salir de la cárcel volverá a por él y vivirán aquí los años que le queden. Alí pide otra copa y ya no le invito más a que me acompañe con el baile.
Se vuelve hacia Marisa pero continúan sin cruzar palabra.
Sus pensamientos se han ido muy lejos.

viernes, 28 de diciembre de 2007

Paréntesis de requetealimentación

Partes una lonchita de queso, echo un poco más de vino en la copa. Me miras. Te miro. Nos reímos. De qué? Parecemos niños, me dices un poco más tarde, cuando jugamos a reconocernos. Otra vez, a reconocernos, a recordar este tacto de aquí que tenías apuntado en alguna parte, que ahora vuelve a tus dedos, avivando la memoria de la piel. Eras así..., ah, eras así, es verdad, así. Untas paté en un trozo de pan y comes turrón. Mañana tengo que ir a trabajar. Me quedaría aquí, alimentándote, para siempre.
Gracias por estar en casa.

jueves, 27 de diciembre de 2007

Lo hermoso y lo patético (II)

No es fácil distinguir lo hermoso de lo patético.
Puede ser una borracha cualquiera. Una borracha gorda y bajita con los ojos medio cerrados. Apenas alcanza a acodarse en la barra y sujeta su cubata con las dos manos. De vez en cuando se separa un poco, intenta algún paso de baile. Quiere bailar flamenco y levanta los brazos sin gracia ninguna, con las muñecas hacia abajo. Lleva un pantalón negro y un plumas del mismo color abrochado hasta el cuello. Ni siquiera eso parece quitarle el frío. Podría ser sudamericana. Lo es. Me dice –escupe mucho al hablar- que las españolas llevamos el flamenco en la sangre, lo dice haciendo el gesto de inyectarse algo en las venas. Le digo que se anime, que baile. Se llama Marisa. Intenta llevar el ritmo de la música pero pronto se da por vencida y regresa a la barra.
Me acerco y no tarda un minuto en empezar su historia. Le cuesta un poco vocalizar pero la entiendo: Mira, mamita, te digo algo, soy ecuatoriana y, mamita, llevo aquí nueve años, mira mamita, esto es una puta mierda. Yo, te lo digo porque se te ve buena, mamita, porque bailas mu bien, yo trabajo en un club, mira esto no lo cuentes, pero así como me ves, gordita y eso, gano mucho mamita, soy la que más gana, pero hoy estoy mala y he llamado y he dicho que hoy no iba, mamita, que hoy es Nochebuena, y yo tengo dos niñas gemelas de tres años, que están con su abuela en mi país, y mi jefe me ha dicho, mamita, que malos estamos todos, joder mamita es un hijoputa.
Marisa llora como si no llorara, sólo le caen las lágrimas por la cara pero sigue hablando sin sollozar.
Mira mamita este país está lleno de cabrones de mierda. El otro día cogí un taxi cuando acabé de trabajar porque había ganado mucha pasta y estaba contenta y cuando se me da bien la noche me da la gana y me cojo un taxi, y el taxista me dice, mamita, que si trabajo en el club y le digo que sí, mamita, porque yo no me escondo, y me dice que se la chupe, mamita, el cerdo cabrón, eso no es respeto, mamita, que yo sólo quería irme a mi casa, pagar el taxi, irme a dormir. Yo me espero un año más y luego me largo, yo gano pasta, así gordita, gano pasta y al año que viene lo dejo y me voy con mis niñas, mamita, que para comer y vivir no hace falta mucho, mamita, que yo sólo quiero un poco de respeto.
Colgada de mi cuello, Marisa se arrastra de nuevo hasta la barra, le digo que no se deje humillar, que se sienta tan buena como cualquiera, que se largue en cuanto pueda, coge mi vaso y se lo bebe de un trago.
Cuando me iba le dije a voces: se féliz! –yo también estaba bastante borracha- y me contestó, vete tú pal coño con la felicidad, no te jode.

martes, 25 de diciembre de 2007

Lo hermoso y lo patético (I)

No es fácil distinguir lo hermoso de lo patético. La vida sabe manipular los decorados, situarnos en un punto en el que parezcamos abocados a percibir las cosas de una sola manera, sin posibilidad de escape. Pero siempre hay un giro que nos podemos permitir, un cierto alejamiento de lo obvio que nos hace ganar en perspectiva.
Anoche conducía con mi hija, íbamos como siempre cantando a voces, la llevaba a cenar a casa de su padre, la casa en la que yo ya no vivo. Cuando la dejé allí, en su puerta, miré de refilón la luz cálida que se filtraba por las ventanas y algún adorno navideño decorando la entrada. El reflujo de la tristeza parecía ya inevitable pero justo en el borde de admitirla me pregunté si de verdad me gustaría estar allí adentro, como el año pasado, y el anterior y el otro… Entonces pude continuar cantando, emancipada de lamentos, descansada y sin ningún dolor.
Mucho más tarde las circunstancias y la noche me llevaron a un barucho de barrio con olor a montado de lomo y ambientador de pino. Todos los personajes de esta insólita madrugada podríamos perfectamente haber sido tachados de patéticos por un superficial observador. El ajeno miraría a través de su primer enfoque y vería, entre otros, a una pareja de cincuentones, Mariano y Esperanza. Mariano lleva una camisa amarilla, con los tres primeros botones desabrochados y una cruz de oro colgando del cuello, sobre los pelos de su pecho. Mide un metro sesenta, si acaso, lleva unas gafas de broma de culo de vaso, saca un poco los dientes y baila, como si le fuera la vida en ello, una mezcla de flamenco, break dance y un toque de travolta.
Esperanza no tiene muchos dientes en la boca pero se ríe sin taparse la sonrisa con la mano. Se recoge la media melena canosa con una pinza grande de carey. Suda y baila, a veces cerca de su marido, a veces un poco más lejos. De vez en cuando se besan en la boca y beben sin parar y se dan de beber.
Si pudiese mirar un poco más, un poco más de cerca o un poquito apartado de lo evidente, vería en Mariano y Esperanza a dos adolescentes que se conocieron muy cerca de ese bar, que fumaron al tiempo sus primeros cigarros y se pasaban el humo de su boca a mi boca, que encontraron la fórmula para sobrevivir, así, juntitos, en el tercero C, sin ascensor, y que tuvieron una hija y ahora tienen un nieto. Vería que Mariano, con su metro sesenta y sus piernas escuálidas descarga frigoríficos durante diez horas al día y llega a su casa rompiendo los tabiques para acorralar a su mujer y besuquearla toda. Se ducha, se echa bien de colonia y le dice, Esperanza, vámonos a tomarnos un vinito en el bar. Y se toman un vino y unos wiskis y lo que se tercie y se ríen y se escapan así de cualquier soledad que le aceche y, si hay suerte, se pasan por el bar la hija y el nieto y regalan al niño un huevo kinder y le comen a besos.
Bailé unas cuantas rumbas con Mariano hasta que su Esperanza me miró de reojo, le cogió de la mano y ya no le soltó.

Es fácil confundirse y ver patético lo más hermoso.

miércoles, 19 de diciembre de 2007

Sinsabor matinal por frío

Mis tacones retumban por la plaza
como si nadie se hubiese levantado aún.
Cae una hoja de un árbol,
me da en el ojo
y desata una lágrima imprevista.
Camino derecha
mientras el viento empuja
guiándome a mi precipicio laboral.
Diecinueve gorriones
se pelean por cuatro porquerías en el suelo.
No pasa un perro
ni una mujer ni un hombre.
Me acerco hasta el abeto inmenso y desabrido
que han colocado en medio de la plaza
como una gran tristeza navideña,
sin estrella ni bolas que reflejen mi cara de pez pasmado.
El viento sigue provocando
para hacerme llorar
y me tiran del pelo los rastros fríos de diciembre.
Aprovecho la soledad
para andar más erguida,
trago saliva dura como un terrón de azúcar,
dejo que se disuelva,
paladeo despacio
el poco de dulzor que voy siendo capaz de rescatar de todo este paseo.

martes, 18 de diciembre de 2007

Feliz Navidad, papi

La Navidad le estaba tocando las narices. En la oficina, el espumillón doradito salteando las paredes le producía alergia. Cuando, a las tres, logró salir discretamente, los demás se quedaban brindando con cava peleón y comiendo mazapanes pringosos con un entusiasmo, en su opinión, desmedido.
Tampoco en la calle era posible escapar. Panderetas y zambombas le perseguían, sumándose a voces angelicales que entonaban cargantes melodías. Escuchar aquello de "San José es carpintero, la Virgen teje..." acrecentó su ira y le obligó a clavarse las uñas en la palma de la mano para no gritar.
Al llegar a casa, con su amargura a cuestas, le recibió el multicolor parpadeo de las luces de un gigantesco abeto que su mujer y sus hijos terminaban de decorar. A duras penas consiguió soportar la contemplación del Belén. Ese río de papel albal, con sus patitos..., aquel portalito con todos sus personajes, cada uno en su sitio, el niño, la Virgen y, y, y... San José. Tuvo que reprimir una náusea. "Feliz Navidad, papi".
Nadie respetaba su dolor, ni su propia familia. ¿No entendían que no quería ni oír hablar de la Navidad?, ¿no recordaban por lo que estaba pasando?, ¿no sentían ni la más mínima consideración por su desdicha? Trató de sobreponerse, después de todo, ellos no tenían la culpa. Alabó las maravillas de la decoración y se encerró en el despacho. Sentado frente a la mesa empezó a darle vueltas a la cabeza. Tal vez no debía tomárselo tan a pecho, sólo conseguía amargarse y la cosa ya no tenía solución... Pero no podía controlar la rabia, era incapaz de olvidar y mucho menos de perdonar...Su mujer entró en la habitación justo cuando las lágrimas empezaban a rodar por sus mejillas y apenas tuvo tiempo de restregarse con la manga del jersey: "Vamos hombre, no te lo tomes así -le dijo ella, acariciando dulcemente su cabeza-, seguro que el próximo año te dan a ti el papel de San José en el cole de los niños en vez de al papá de Iván. Anda, deja de llorar y sal a comerte un trocito de turrón".

lunes, 17 de diciembre de 2007

Planes para el comportamiento sexual (abjuración del Génesis)

Dijo Dios asimismo a la mujer: “Multiplicaré tus dolores en tus preñeces; con dolor parirás los hijos y estarás bajo la potestad de tu marido y él te dominará". Génesis 3:16

Cuando no hay nada sobre lo que tengas que apartar la vista y puedes repetir cuantas veces quieras la danza de saltar sobre las llamas -las llamas que surgen como si hubieran vuelto a la vida-, la vieja danza del baile del fuego, reconoces que acabas de abandonar tu condición de pigmea.
Es una acción verdaderamente fascinante, un ejercicio de soñar con leones albinos y no tener miedo. La soledad aquí es un animal alimentado de manera simbólica por los trocitos de piel que te sobran.
Sin necesidad de desatarte, das la mano como si se tratase de una suerte de bendición, la sangre sólo como símbolo máximo de la fertilidad o del renacimiento.
Aunque se empeñen en que haya dolor en todo este proceso, aunque las promisiones parezcan incidentes menores de la historia, una conoce cada paso de que da, cada salto sobre la brasa, lo profundo de las inspiraciones, lo innecesario de las mentiras.
Fuera de los refugios, con el frío de lo libre traspasando los dientes, acaricio la fuerza creativa de los sexos: los seres humanos fueron hechos con flores y se alimentan de frutos, sorben sus jugos.

domingo, 16 de diciembre de 2007

El desierto de Sonora y otras pendejadas literarias


Desde Ciudad de México volamos hasta Ciudad Obregón, en el desierto de Sonora, al norte del país. El paisaje viró al sepia, las avenidas amplias, las construcciones horizontales, los cochazos inmensos y brillantes, los sombreros tejanos y el fondo musical de las bandas de narcocorridos nos trasladaron al borde mismo de Norteamérica.



Participábamos en un encuentro de escritores bautizado con el enigmático lema: “Bajo el asedio de los signos”, en el que pudimos escuchar algunos fenómenos literarios que levantaban la piel a tiras, que cada cual lo interprete como quiera porque yo iba invitada y no pienso ponerle peros. Además, tengo que decir que la gente fue de lo más cálida y afectuosa. Yo leí en una “mesa de mujeres”, curiosa situación. Me preguntaba mientras escuchaba sus cuentos y poemas si debajo de aquella retórica tendríamos algo en común. También eché en falta alguna referencia, encontrándonos en aquel estado, a las miles de mujeres desaparecidas y asesinadas en el desierto. Nadie hablaba de eso. Como si no existiera.



En Ciudad Obregón me encontré con Dante Medina, a quien había conocido en Tenerife. Dante es una de esas personas con las que podría estar
peleando permanentemente, me crispa su machismo y su insolencia, sin embargo, me chifla. Es listo y podemos entendernos cuchillo va, cuchillo viene. A este jalisciense, con su habla de mexicano afrancesado se le ve el plumero. Supo dejarlo todo cuando su vida estaba en lo más alto porque no se reconocía en el espejo. Perdió más de lo que hubiera deseado pero encontró las palabras precisas para escribir su biblia. Admiro a los que un día echan el freno y tiene la osadía de mirarse desnudos y tirar por la calle de en medio. Dante ha publicado más de treinta libros, fue amigo de Juan Rulfo y García Márquez es padrino de uno de sus hijos. Dante nos enseñó los pueblos de los indios yaquis, de camino al pacífico, nos invitó a probar su mejor queso y las carnitas en salsa que salen en el guines. Su mano se remata con un vasito de tequila, es generoso, tiene una musa fea y dibuja al carbón una flor y una abeja para su Amy. Dante queguido, tenías gazón, nos encontgamos para hacegnos amigos del alma, magdita sea, dejémonos de pendejadas!



Dibujo para Amy del erotismo de la flor y la abeja

La abeja
Besó
Largamente
Con toda su lengua
A la flor

Y la flor
Embelesada
Segregó un aroma
Aéreo
Y
Líquido
-Esencia de perfume-

Se miraron
La abeja y la flor:
Acababan de hacer el amor
Por primera vez.

Dante Medina, Dibujos al carbón de la flor y la abeja para Amy (Aullido Libros, Punta Umbría, 2007, una colección dirigida por Uberto Stabile)



sábado, 15 de diciembre de 2007

Arritmia

Estoy hirviendo los tarros de mermelada de naranja. Hacen chaca, chaca, chac, como el traqueteo de un tren antiguo. Estoy hirviendo los tarros de mermelada de naranja y tengo levísimas palpitaciones, un ligero descontrol en el ritmo del corazón, desde que desperté esta mañana. Hace tac, tac, tac y, de pronto, noto una especie de zapateao en el pecho, un saltito flamenco, luego el latido vuelve a la normalidad durante algún tiempo, como pasa con todo. Estoy hirviendo los tarros de mermelada de naranja, me ha salido un poco amarga, me gusta así, que el sabor no se deje arrasar por el azúcar, que se sepa lo que se está comiendo, la naranja y la cáscara, el corazón y sus caóticas palpitaciones.
Hace frío en Madrid, algo de viento, y la persiana de la sala se estremece a cada rato. Hace clac, clac, clac y me distrae de lo que se suponga que estoy haciendo. Me trae recados de la calle y me pongo a mirar a la gente que pasa, caminando deprisa, encogidos, riendo o dándose la mano. Todo late, cada cosa a su ritmo, mientras hiervo los tarros de mermelada de naranja.
Mientras hiervo.
Sin embargo, a simple vista, alguien podría decir que aquí reina la calma.

viernes, 14 de diciembre de 2007

Absolutos, mujeres y opresión

Estaba ayer por la tarde escuchando hablar a una mujer judía israelí, una mujer joven que pertenece a una asociación por la paz. La paz es una palabra amplia que puede estar cuajada de concesiones, por eso hablar de una paz justa quizá matiza convenientemente este concepto, paz, sí, pero no a cualquier precio. Pero ella hablaba sólo de paz, hablaba de dejar de tachar a los israelíes de pueblo opresor para avanzar así hacia el fin del conflicto. Yo recordaba entonces a una mujer, la que veis en la foto. La conocí en Bil´in. Esta mujer sobrevive rodeada de soldados que vigilan la valla que han colocado a pocos metros de su casa, dejando al otro lado las tierras de cultivo de todo su pueblo.
Recordaba a estas otras mujeres que tuvieron que abandonar precipitadamente el lugar en el que estábamos reunidas hablando de sus modestos sueños porque si les cerraban el check point, el control israelí, no podrían volver a sus casas esa noche. Recordaba el sufrimiento de un pueblo oprimido por otros a los que hay que dejar de llamar opresores para caminar hacia la paz.
También decía la mujer judía que trataba de poner a las dos partes la verdad ante los ojos. Si la palabra paz puede ser fácilmente manoseada, la verdad es un absoluto para echarse a temblar. Le pregunté de qué verdad hablaba y ella me respondió: THE TRUE, pronunciándolo así, con mayúsculas. Decía que no hay que olvidar que el pueblo israelí también es un pueblo oprimido y que teme convertirse de nuevo en una minoría. Consideraba, por si esto fuera poco, que muchos israelíes no hacían otra cosa que manifestar su ignorancia al tratar de ese modo a los palestinos, pero que no había mala fe. De todos modos se disculpó asegurando que su inglés no era bueno y que quizá por eso no se había explicado con la precisión que hubiera deseado. Yo, sin embargo, pienso que la entendí muy bien, es más, creo que hablaba inglés americano de forma inmejorable.
Alguien propuso que las mujeres israelíes y las palestinas compartiesen sus experiencias para reconocerse la una en la otra. Esto es imposible, nadie que viva tras un muro, que viva tras el miedo, puede verse en los ojos de quienes son causantes de este sufrimiento, como mínimo cómplices. La ocupación tiene que terminar, tienen que caer los muros, las vallas, los controles… Sin un pueblo oprimido no será necesario tachar a ningún otro de opresor. Puede que ese sea un mejor camino, quizás el único para una paz justa.

jueves, 13 de diciembre de 2007

Esto por provocarme...

Se ríe así por el teléfono, diciéndome barbaridades a las que yo no puedo responderle como se merece. Estoy en la oficina y nada de lo que hago allí puede valer más que eso, más que escuchar sus ganas y relamerme.
Llega la noche y me enredo con un montón de picos entre las sábanas. Hace calor y frío porque a veces tengo que caminar millones de kilómetros con el bolso llenito de su voz, que se sale por las teclas de mi móvil, que lo va a reventar.
Los insensatos adjetivos que inventa para mí me los voy colocando por el cuerpo como pequeñas condecoraciones y siempre me parece que todo acaba de empezar en su boca, en los rayos de sol de sus ojos.
Las cosas pasan, siguen pasando, cuestiones como deudas, calendarios, billetes de avión, imprentas, hijos, pisos y una longitud de mar.
Yo me trago la espuma, me hago pez, anfibia, porque no veo que nada valga más que buscarle y engullirle, aunque aterrice exhausta e inflamada en su arena.
Entonces, me muevo mucho por toda mi cama para que su lado esté siempre caliente.

martes, 11 de diciembre de 2007

Ronda, ronda, quien no se haya escondido que se esconda



En la Feria Internacional del Libro de Guadalajara tuvimos la oportunidad de darle un poquito de cancha al libro De ronda en ronda, antología itinerante de poetas españoles en México, coeditado por Ediciones del Ermitaño (México DF) y Editorial Baile del Sol (Tenerife). En esta foto estamos Uberto Stábile, Antonio Orihuela y yo en el stand del Ermitaño.



En la presentaciónde la antología, escrita por Alejando Zenker y Ángeles Alonso se pueden leer cosas tan sugerentes como ésta: "Ese libro etílico es el que tienen ustedes en sus manos. Arropadas con el cariño del oficio editorial y con la garra de una nueva generación de poetas, en estas páginas fluye la materia gris de la sílaba, la cadencia de los versos, la magia de las estrofas. “Escribo por no pegarme un tiro en la boca”, nos arroja con vehemencia Antonio Orihuela al proclamar su indignación que lleva no a la resignación, sino a la esperanza combativa. Por suerte, tanto él, como Inma Luna y Uberto Stabile dirigen su fusil poético hacia el lector. Y lo seguirán haciendo. Porque es su vocación, su locura, su perdición".



Os dejo un poema de cada uno de nosotros de los incluidos en esta antología:



.... de Uberto Stabile ....



Me alegro de estar borracho


Me alegro de estar borracho
necesito estar borracho
para decirte que estoy con los vencidos
que deliberadamente he trazado planos de tu cuerpo
donde sabotear el desánimo y proclamar el caos.
Me alegro de estar borracho
como una vaca en un campo de coles
cantando a coro con Boris Vian y Tom Waits
tendido en el sofá frente al televisor
mientras veo los tanques atravesar Moscú
y mis soldaditos de plomo invaden tu Plaza Roja.
Pero antes de proclamar el Estado de Excepción
quiero decirte que esta borrachera no se cura con
balas ni café,
que tu rubia bandera no me asusta
ni me duelen tus caderas.
Me propuse no mirarte
por no despertar el viejo diablo de mi piel
y ahora estoy tan ciego que o encuentro
ni las llaves, ni el coche, ni la casa.
Lo hice porque me enamoré de ti
y no tengo miedo de perderte.




.... de Antonio Orihuela ....

...y muchas veces, sólo el mito de todo eso.
Mario Maffi






Yo nací el año que Peter Townshend escribió My
generation
para los Who.


Yo, que he sacado el cuerpo por la ventanilla del
coche de mi padre
mientras éste tomaba chirriando la curva de la
Cuesta de las Doblas,
en Sanlúcar, Sevilla.


Yo, que he bailado lento en Palos de la Frontera.


Que me moría de vergüenza hablando por teléfono,
pero llamaba a mi chica hasta cuatro veces al día.


Yo, que atropellé a un guardia civil con un
Seiscientos
y volqué en la carretera de Lucena a Bonares en un
Dyane,
que di cuatro vueltas dentro de un 850 volviendo de
Trigueros.


Yo, que bajé más sujetadores que bragas,
que amé
a todo bicho viviente
que el tiempo me puso delante.


Yo, que sigo paseando por la playa
silbando al fantasma de mi perro


entre noviembre


olas como si nada de esto
hubiese sucedido realmente...


...Hoping to die before I get old.


.... de Inma Luna ....


Cosas inútiles


Es sabido:
a cualquiera le puede pasar cualquier cosa.
A cualquiera se le puede caer el verano encima
precipitadamente
y abrirle la cabeza en dos.
Las cosas pueden ser como uno se las imagina
o pueden ser distintas,
como el sabor de un licor extranjero.
Siempre se desconocen los matices
y quizá también un poco lo que somos,
lo que más nos asusta.
Yo sólo tengo este legado de cosas inútiles para ofrecerte:
estas bragas de niña
y este hablar siempre mucho más de lo debido;
estas invitaciones llenas de pormenores
y de tiempo sin tiempo para nada.
Estamos los dos un poco más vacíos
que antes de este lunes.
La vida es un encuentro
y lo que pasa en él ya no nos pertenece,
está justo en el medio de nosotros.

lunes, 10 de diciembre de 2007

Jugar con el insomnio

No quiero evitarlo y ahora aprendo a pasar muy despacio entre cada una de las traviesas, por el camino de piedrecitas puntiagudas.
Duermo peor, es cierto.
Imagino un embudo metálico sobre mi cabeza, disfrazada de orate. Por su boca se cuelan las frases que dan vueltas por el techo del cuarto. Intento colocarlas, poner un poco de orden en esta carencia de argumento pero ellas se van descomponiendo y me dejan sólo palabras sueltas, gruesas, desencajadas, como cachos de vida, trozos de historia.
No quiero evitarlo.
Aprendo a conocer las sensaciones que se quedaron estancadas. Son esquivas pero estoy dispuesta, puedo enfrentarlas, mirar con los ojos abiertos en la oscuridad, permitir que atraviesen mis músculos y darle a cada cosa su lugar.
Ver todas mis caras.
Y lo que hay detrás.

domingo, 9 de diciembre de 2007

Sin mácula?



La lectura que hicimos en el DF fue, para mí, la mejor de todas. Estaba organizada por la Universidad Autónoma de México y se clebró en la Casa de la Cultura. Hubo bastante publico y además muy receptivo. Leí poemas de El círculo de Newton y de De ronda en ronda. Es curioso comprobar cómo algunos textos funcionan en determinados sitios y no tanto en otros, quién sabe por qué. El caso es que esa noche la gente se acercó para charlar conmigo e incluso compraron libros. Me hizo gracia una mujer que, a la salida me dijo:

- He estado escuchando tus poemas y es imposible que tú te llames Inmaculada, en todo caso te llamarás Maculada...

Cuánta razón, je!

Esa noche conocí a Will Rodríguez, que era el moderador y con quien luego compartimos viaje a Ciudad Obregón y a Yucatán. Will es un tipo estupendo, que acaba de presentar un librito de relatos titulado Pulpo en su tinta y otras formas de morir. A Will le apasionan la gastronomía y el erotismo y está dispuesto a morir joven habiendo estrujado al máximo cada oportunidad. Por eso no renuncia a ningún riesgo y a mí me gusta la gente que tiende a la coherencia. Will me hizo pensar y me contó el secreto para guisar la mejor cochinita pibil, dos cosas dignas de agradecer.


jueves, 6 de diciembre de 2007

Ciudad de México y su incompatibilidad con la paella

Salimos para México el día 14 de noviembre, como si fuésemos en busca de Benno Von Archimboldi , Uberto Stabile, Antonio Orihuela, Ángeles Alonso, Antonio Vizcaya, Tito Expósito y yo misma. Íbamos dispuestos a compartir días de ruta, poesía y tequila. Compartimos todo eso pero los viajes nos llevan siempre más allá de lo que teníamos pensado y a cada uno le cambian por dentro de alguna manera. Cambia también la forma en que vemos al otro, en el que se refleja siempre algo de lo que nos gusta y de lo que no de nosotros mismos. Todo es aprendizaje.

Los días han sido tan intensos que alteran el orden cronológico en mis recuerdos, así que irán saliendo de cualquier forma, eso carece de importancia.

En el aeropuerto de Ciudad de México nos esperaban Alejandro Zenker y Nora Hernández.
Arrastrándonos llegamos hasta el hotel Imperial Reforma en el centro del DF. Ya había anochecido y recuerdo del viaje en coche desde el aeropuerto la primera impresión que me produjo la ciudad, latiendo como un gran animal a través de sus miles de anuncios publicitarios del queso que todo el mundo come, de las mejores carnitas y tacos, las clínicas de estética y la globalizadora madre cocacola.
Acostumbrada, sin embargo, a las calles de de Madrid, ni su tráfico me pareció tan caótico ni su contaminación más espesa que la que yo misma respiro cada tarde. La curiosidad y el deseo de exploración estaban asfixiados por las horas de vuelo y me dejé acunar en la enorme y decadente cama del Imperial por el ruido del tráfico y de un reloj que marcaba las horas al son de “Asturias, patria queridaaaaaaaaaaa….” hasta la mañana siguiente.

Fachada del hotel Imperial Reforma

Alejandro Zenker, Ediciones del Ermitaño, es el coeditor del libro De ronda en ronda, antología itinerante de poetas españoles en México, que, junto a la editorial Baile del Sol, nos han publicado a Orihuela, Stábile y Luna dentro de la colección Minimalia, un librito de 113 páginas que llegó hasta la Feria Internacional del Libro de Guadalajara y del que ya os daré más detalles.



La cosa es que fuimos por la mañana a la casa/editorial de Zenker, que es un sitio precioso en el que Laura, su mujer, también fue una sorpresa de amabilidad. Zenker es, entre otras muchas cosas, un artesano del libro. Quiere llevar a cabo todo el proceso, que cada libro sea una obra mimada y viva.






Alejandro Zenker, Antonio Orihuela y Laura, en la editorial





Galería de la casa de Alejandro, donde se pueden ver algunas reproducciones de su colección de fotografías



...Y como Uberto y yo somos un par de cocinillas, el valenciano quiso preparar para esa misma noche una paella de las auténticas y yo me animé con unas tortillas españolas. Entusiasmados, nos fuimos al mercado a la busca y captura de los ingredientes. La peor parte se la llevaba Uberto, no había mariscos ni pescados que resultasen de su gusto, así que, al final, cambió el menú por un arroz de camarones.


Mercado de la colonia Roma


Ya era un poco tarde cuando pudimos empezar a cocinar, piqué las patatas y las puse a freír en aceite de oliva con unas cebollitas tiernas. Aquello no se ablandaba nunca. Los invitados daban cuenta de sus botanas (menos mal que en la casa de Zenker se prepararon buenos aperitivos, con cervezas mexicanas y vinos de Chile) porque la cocina no avanzaba. Yo aplastaba las papas con una espumadera a ver si se animaban pero ni se cocían ni tomaban el más mínimo color. Un poco agobiada, porque además Uberto me estaba esperando para ponerse con la paella (ya eran como las 11 de la noche), escurrí las patatas, batí los huevos y ¿cuajé? dos tortillas que no parecían tener muy mal aspecto. Las llevé hasta la galería, donde los invitados las recibieron con alborozo pero al partirlas las patatas salieron por un lado del plato, el huevo semilíquido se esparció por el otro y una ligera costra atornasolada flotaba sobre el conjunto. Dije que eran tortillas desestructuradas a lo Ferrán Adriá y me di al tequila sin hacerme responsable en ninguna forma de aquel desastre culinario.
Mi compañero no tuvo mejor suerte y una hora después apareció con un guiso de arroz y camarones que los amigos mexicanos alabaron pero que en nada se parecía a una paella. Uberto lo explicó muy claramente: si aquí no hacen paella ni tortilla de patatas, por algo será! Nos advirtieron algo relacionado con la altitud y los procesos de cocción pero el caso es que a partir de esa noche nos entregamos al chile con los ojos cerrados y abandonamos todo intento de colonización gastronómica.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Botana




Recién llegada de México me entrego al blogueril mundo por sugerencias varias y ánimo personal. Estáis todos invitados a pasar por aquí y tomar lo que haya. De momento, unas cuantas fotitos, ándele, cuates, como botana para abrir boca!!!!












La avenida Reforma, en el DF, desde el hotel Imperial Reforma



Mercado de Uman, en Yucatán, cerca de Mérida


Amanece en el Caribe, en Tulum