Estaba ayer por la tarde escuchando hablar a una mujer judía israelí, una mujer joven que pertenece a una asociación por la paz. La paz es una palabra amplia que puede estar cuajada de concesiones, por eso hablar de una paz justa quizá matiza convenientemente este concepto, paz, sí, pero no a cualquier precio. Pero ella hablaba sólo de paz, hablaba de dejar de tachar a los israelíes de pueblo opresor para avanzar así hacia el fin del conflicto. Yo recordaba entonces a una mujer, la que veis en la foto. La conocí en Bil´in. Esta mujer sobrevive rodeada de soldados que vigilan la valla que han colocado a pocos metros de su casa, dejando al otro lado las tierras de cultivo de todo su pueblo.
Recordaba a estas otras mujeres que tuvieron que abandonar precipitadamente el lugar en el que estábamos reunidas hablando de sus modestos sueños porque si les cerraban el check point, el control israelí, no podrían volver a sus casas esa noche. Recordaba el sufrimiento de un pueblo oprimido por otros a los que hay que dejar de llamar opresores para caminar hacia la paz.
También decía la mujer judía que trataba de poner a las dos partes la verdad ante los ojos. Si la palabra paz puede ser fácilmente manoseada, la verdad es un absoluto para echarse a temblar. Le pregunté de qué verdad hablaba y ella me respondió: THE TRUE, pronunciándolo así, con mayúsculas. Decía que no hay que olvidar que el pueblo israelí también es un pueblo oprimido y que teme convertirse de nuevo en una minoría. Consideraba, por si esto fuera poco, que muchos israelíes no hacían otra cosa que manifestar su ignorancia al tratar de ese modo a los palestinos, pero que no había mala fe. De todos modos se disculpó asegurando que su inglés no era bueno y que quizá por eso no se había explicado con la precisión que hubiera deseado. Yo, sin embargo, pienso que la entendí muy bien, es más, creo que hablaba inglés americano de forma inmejorable.
Alguien propuso que las mujeres israelíes y las palestinas compartiesen sus experiencias para reconocerse la una en la otra. Esto es imposible, nadie que viva tras un muro, que viva tras el miedo, puede verse en los ojos de quienes son causantes de este sufrimiento, como mínimo cómplices. La ocupación tiene que terminar, tienen que caer los muros, las vallas, los controles… Sin un pueblo oprimido no será necesario tachar a ningún otro de opresor. Puede que ese sea un mejor camino, quizás el único para una paz justa.
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