Me despiertan las pelusas en la boca del estómago y de nada sirve una ducha ni el rumor de las olas ni el teléfono que no trae malas nuevas ni el recuerdo de tus labios frescos ni haber podido, un mes más, hacer frente a los pagos del alquiler, del seguro del coche. Del sillón a la cama a un ordenador a otro a los libros a las letras que devoro como oráculos, buscando las respuestas sin tener todavía las preguntas. Este septiembre que empieza en día 5, en esta casa que es tan mía como me atreva. Entre los dedos de los pies cables finísimos que me mantienen en un equilibrio de náusea de imposibilidad de planes con dos o tres o una cosa clara tal vez una tal vez o ninguna. Esperando saber qué. En sus manos en las tuyas en las mías o del todo suelta del todo ajena del todo inquieta y desasosegada pendiente de un reloj sin números y sin manillas. El aire que retienen las ventanas cerradas las puertas cerradas. Me despiertan las pelusas en la boca del estómago y de nada sirve recordar que ayer mismo era todo distinto y mejor.
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