Nunca termino de saber si la vida es tan simple o tan complicada como parece tornarse por momentos.
A ratos todo parece despejado y entonces un pie se pone sin dificultad delante del otro, una mano sabe dónde es preciso acariciar, una palabra encuentra el espacio adecuado, el significado puro... como si de verdad nos fuésemos encaminando a una estación feliz.
Cuando esto sucede doy vueltas sobre mí misma, desconcertada y encantada.
Luego, no es que me escueza el sueño, no es que le tenga miedo a una tarde de feria, a mi rabiosa predisposición..., pero, como una niña resabiada, sé que por ahí cerca se continúan tejiendo madejas de inmoralidad que siempre achuchan la conciencia y nos dejan helada la boca que era risa el minuto anterior.
Da una cierta vergüenza, como un peso.
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