Foto de Ángel Muñoz

lunes, 18 de marzo de 2013

La hora del recreo

Coincido en una "reunión informativa" de la Oficina de Empleo con un antiguo compañero de facultad, le acaban de echar de "Expansión" después de veintitantos años de trabajo. También hay otro chico que conozco, pero no sé de qué. Los tres nos sentamos juntos en la última fila del aula, como los alumnos pasotas de la clase. Le digo al otro chico que me suena su cara, "me entrevistaste una vez -me contesta- porque uno de mis cortos llegó a los óscars". Una conversación interesante, teniendo en cuenta que yo ya no entrevisto y él no rueda. Nada de lo que sabemos hacer le interesa a esta sociedad, la misma que nos hizo prepararnos para ello, invertir nuestro esfuerzo durante años y hacer un buen trabajo otros tantos. Todo eso ahora es igual a cero, a nada. La empleada a  quien le toca la china de enfrentarse a este grupo de personas paradas no se muerde la lengua, esta reunión sólo sirve para una cosa, rellenar unos papeles y evitar que nos quiten la prestación. Estando allí nos hemos enterado de que la convocatoria tiene carácter obligatorio, aún así es enviada por SMS sólo como una cita informativa. "No caben más caracteres", se explica la señora, tendremos que volver los dos próximos meses, sólo a firmar, a demostrar que no tenemos un chollo de curro por ahí, en el que ganamos pasta a raudales mientras seguimos chupando del bote de las prestaciones públicas. Cinco millones de parados intentando estafar al Estado, qué cosas!
Rellenamos absurdos formularios, entre ellos un contrato en el que las paradas y parados nos comprometemos a una búsqueda activa de empleo y la Oficina de Empleo a un montón de actuaciones para ayudarnos. Pero, "¡ojo!", advierte de nuevo la mujer, "ninguno de ellos se puede cumplir por falta de recursos". O sea que firmamos una patraña o si no, nos pueden quitar la prestación de desempleo. Los tres alumnos díscolos reímos de impotencia, esperamos ansiosos la hora del recreo para olvidarnos de todo lo que no hemos comprendido de esta clase.

5 comentarios:

Andrea Breq dijo...

Quisiera decir algo, agradecerte la entrada tan (jodida.mente) precisa me parece poco, he asistido a algunas citas informativas, unos cuantos cursos que se adaptan a mi perfil profesional y he obtenido unos certificados muy chulos que duermen en sus estuches cilíndricos, muy anatómicos por cierto.(Suspiro). Me siento mareada, de asco y de impotencia. Ya lo decía Cadícamo en aquel viejo tango: me siento "rara, como encendida...y loca reía, por no llorar"

Un abrazo fuerte

Inma Luna dijo...

Risa y abrazo solidarios, Andrea.

GASTROPITECUS GLOTÓN dijo...

Lo que cuentas es espantoso, aterrador, muy triste. Todos los ciudadanos, por el hecho de serlo, deberían tener un salario vital, llámalo como quieras. Un salario para poder tener un techo digno y no pasar hambre. Riqueza hay de sobra para este derecho. Cualquier cosa distinta es una trampa, una patraña, una feroz humillación como eso de ir al INEM a ¿qué?... ¿a mendigar un subsidio?
El INEM nunca sirvió para casi nada, ahora menos, pero que encima lo confiesen con tanto desparpajo y tanta cara. Cada vez que veo a la ministra Fátima me parto, no tienen ningún tipo de vergüenza, ni ajena ni propia. No sé porqué no se va ya a la cola del paro, a ver si aprende algo... Ánimo señoras, ustedes lo valen. Un abrazo. R.

Anónimo dijo...

...y llueve... qué tristeza de lluvia...

Luis Quiñones dijo...

Bueno, todos hemos alguna vez sido alumnos díscolos. Me sorprende un poco la amargura de tu post, pero pienso que gracias a tu formación eres capaz de crear con palabras y de formar una opinión crítica que cuestione los valores predominantes. Precisamente es con eso con lo que quieren acabar: que cunda el desánimo, que reine la idea de que estudiar no sirve para nada, que no le sirvió de nada a nuestra generación. Y no es verdad. Habrá que reinventarse el mundo, como he oído decir. Pero tendremos que reventar los tópicos y los convencionalismos. La gente que tenemos formación, que nos consideramos audaces para juzgar críticamente el poder somos peligrosos: quieren que nos marchemos a Alemania o a Birmania, pero que nos vayamos para que sigan ellos repartiéndose el pastel.
Tu lucidez en este pequeño artículo , en el fondo, es una chispa venenosa que el sistema quiere apagar a toda costa, enterrándola en el pesimismo. Y eso, sencillamente, NO puede ser así.