Llueve escurriendo el domingo.
He empezado a escribir largamente sobre corazones que se remojan en una tina al sol.
Ayer por la mañana hacía primavera debajo de las alas del Reina Sofía. Llegué buscando los recuadros celestes sobre mi cabeza. Torcía unos tacones demasiado inexactos y renegaba de decisiones tomadas sin querer.
Nacho Escuín presentaba Americana en La Central. Me leí el librito en el camino de vuelta. Me gustó. Viajes, amores y búsquedas.
leo a los grandes
y tomo fuerzas
-puedo con todo-
me digo
sin el menor convencimiento
esta vez.
Admite Nacho en la despedida.
La caña se prolonga en comida en Lavapiés. Con Lucas, que tiene nuevos planes para dentro de un rato, con Roxana, que no dice una palabra en falso, que es de las que se arrojan; un gusto compartir las circunstancias y las páginas con pelirrojas como ella. Otro día hablaré de lo que hablamos.
Por la noche, en el cine, Roberto se queda frito y le tengo que contar el final de una peli sobre lo que se tiene para dar, pero luego se le pasa el sueño y nos reímos tomando un bebedizo de ocaso en un cubano de espejos y colores chillones hasta que se pasa la hora de cambiar los relojes.
Entonces vuelvo a casa, aparco cerca y paseo la madrugada hasta las sábanas. Se me ha hecho muy tarde para llamarte y mañana, que es hoy, madrugas y me llamas mientras compras flores. Me despiertas con el teléfono, te digo que prefiero que me despiertes mordiéndome un pezón, me riñes y te adoro.
Planeo el día, recogidita y sola. La lluvia decora el exterior perfectamente. No me ducho, me quedo con la camiseta del 12 todo el día, no he comprado el periódico ni el pan, no me lavo los dientes. Tiro dos mil papeleles a la basura. Escribo, escribo, escribo.
Puedo con todo, parafraseo, me digo convencida, excedo.
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