El año pasado estuve en las Correntes d’Escritas sólo un par de días y de visita. Percibí, sin embargo, el peso de ese encuentro. Este año, ya con las manos manchadas de harina, el encuentro literario de Póvoa me ha vuelto a sorprender y a emocionar. Ha sido como un abrazo, como un impulso, como un soplo de energía literaria y humana.
En Correntes percibes el entusiasmo con el que sus organizadores trabajan, la implicación de la administración –asombrosa!-, el interés del público que llenaba el auditorio en todas las sesiones para ¡escuchar hablar de literatura! Igual daba que fuesen las diez y media de la mañana que las tres de la tarde, ¡las tres de la tarde! El público tomando notas en sus libretas de forma casi compulsiva, participando en los coloquios, asistiendo a presentaciones y mesas redondas, riéndose, aplaudiendo, aportando… ¡comprando libros!
En Correntes -un encuentro, como me decían ayer mismo en un mail, con muchos efectos secundarios-, se recupera la fe, dan ganas de saltar de alegría pero, sobre todo, dan ganas, muchas ganas, de seguir escribiendo, aunque sólo sea por poder compartir el vinho verde con algunos de los escritores y escritoras de los que tanto he aprendido en estos días y no sé si llegarán a saber cuánto se lo agradezco.
El abrazo de Manuela Ribeiro resume bien el abrazo de las Correntes d’Escritas, es igualmente acogedor.
Foto del departamento de comunicación de Correntes, con la mayoría de los participantes, en el cierre de las jornadas.
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