En materia de sentimientos, sentimientos con nombre, nunca he alcanzado grandes convicciones. Me refiero a saber con determinación en qué consisten “cosas” como el amor o la amistad. Ésta última, generalmente carente de la emoción pasional indicadora, se me ha mostrado como “algo”, si cabe, más difuso. ¿Quién es un amigo?, ¿de quién soy amiga yo?, ¿cómo se mide una amistad?, ¿cuándo se entra en esa categoría?, ¿cuándo se acaba por salir de ella?... Ni idea.
El problema reside, como casi siempre, en la necesidad que tenemos de poner etiquetas a las cosas, de clasificarlas en el compartimento adecuado, que casi nunca es.
Da igual.
Un día, una tarde, lo sabes. Piensas: esto es.
Primero te sientas en un patio, compartes una cerveza a deshora, te ríes, lloriqueas, compartes el miedo, las hierbas que te crecen en la cabeza, la desorientación, todo un aperitivo para ir animando la espuma de almas que se encuentran, almas que están disponibles.
Y de un alma disponible, sin abismo por medio, a un alma bordada. En un café esta vez, con un café. Emoción al límite después de tanto tiempo que parece nada. Más confidencias, como galletas, como pequeños bombones medio amargos, medio huecos, medio rellenos. Coincidencias cósmicas, no hay otra explicación. Mismas dudas, cargas, rupturas, renacimientos, re-conocimientos. Le compro la falda que, si supiera, habría cosido yo, soñado yo.
¿Qué es la amistad?
Estas dos tardes.
3 comentarios:
SMUAK GIGANTE
CIERTO ES, VAYA DOS SOIS, GENIALES.
ay! AMIGA siempre me emocionas. te quiero. Abrazo tu alma hermosa
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