Un, dos, tres, cuatro, respirar. Un, dos, tres, cuatro,
respirar. Dentro del agua, el silencio, las piernas ajenas y sus incógnitas. Un, dos, tres, cuatro, respirar. Un, dos, tres, cuatro, respirar. Sumergirse. Un largo, otro, otro más. Cero, pensamiento cero, ingravidez, alivio, cuánto alivio. La anestesia líquida, aquí no duele, no se nota el gran peso. Un largo más, agotar todo el aire de los pulmones ahí abajo, ver el oxígeno brotando en pompas, pompas de abatimiento que se escapan de mí, que se elevan, se alejan. Un, dos, tres, cuatro, respirar. Un, dos, tres, cuatro respirar. Un poco más de rapidez, los pies bullen la superficie, las manos se abren hueco, se hunden, recogen, salen, entregan al vacío el olor a hospital, a oficina, limpian los restos penosos del dolor, de su prolongación, cicatriza la herida del puñal en la espalda. Un, dos, tres, cuatro, respirar. Un, dos, tres, cuatro, respirar. Todo es liviano, fácil, todo es nada, nadar.
3 comentarios:
Eso imaginaba esta mañana. Estar flotando en el mar. En un mar cálido del sur. Ojos cerrados, respiración lenta y no pensar que el mundo se derrumba.
Ah, qué bien lo entiendo. Para mí el invierno no sería duro si no fuera por el adiós al agua.
Ramón, no pensar, eso, no pensar, infusionarse.
Ani, no le digas adiós, la piscina también es paliativo.
Publicar un comentario