Simplifica, me dices, y me lo dices justo ahora, en este momento en el que nada me resulta tan simple ni susceptible de ser simplificado. Y acudo a un espacio remoto en el que las fracciones se iban dividiendo, se iban reduciendo al mínimo, a un mínimo que resultaba equivalente pero que se dejaba manejar mejor. Seguramente sí, seguramente no te falta razón pero mi mente está barroca, los ácidos de esta raíz se esconden en pliegues desconocidos, rellenan los intersicios del cerebro provocando dolor y pesadumbre, malos estares y malos despertares, verbos improcedentes y rabotazos a destiempo.
Hoy me he calzado con esos zapatos que me hacen inestable, que rilan las rodillas y enfrían las manos sudorosas. Simplifica, me dices, y ojalá encontrase la fórmula adecuada para esta operación.
(Debería tirar estos zapatos pero me encantan porque transportan alas de mariposa, me hacen caminar al borde del abismo y, por otra parte, si mal no recuerdo, me costaron un dineral).
2 comentarios:
Hola
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Katty.
Nunca dejes que los zapatos te lleven donde tus propios pies ni irían.
M.
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