Foto de Ángel Muñoz

sábado, 22 de noviembre de 2008

El sabor del viaje

Mercado de Liubliana





“El gusto, tal como la naturaleza nos lo ha dado, es el sentido que nos procura el mayor de los placeres” Brillat-Savarin

Esta cita, que también aparece en el último relato de mi libro, me viene al pelo para hacer un suculento recorrido por lo que ha dado de sí nuestro último periplo mediterráneo: Barcelona, Venecia, Liubliana, Zagreb, Zadar, Trieste, Venecia.
Empezamos en Barcelona. Comimos en el barrio de Sants, muy cerca de la estación en un restaurante tradicional que se llama La Masía del Rocxi. Lástima que ese día estuviera un poco resacosa porque la propuesta era exquisita. Tomamos de primer plato una cazuela de mejillones, gambas y caracolas a la marinera. Después, cigalas a la plancha y un arroz de pato, setas y caracoles con un sabor contundente y sabrosísimo. Lo malo, ya digo, que mi estómago no se encontrara en su momento más receptivo.
La siguiente parada digna de reseña gastronómica fue en Venecia, bueno en los alrededores, concretamente en Favaro Veneto. Allí, en la vía Triestina, se encuentra la pizzería Da Piero, un lugar en el que no encontraréis ni un sólo turista y sí muchas fotos familiares del tal Piero que, además, estaba por allí sentado, vigilando el negocio. Pedimos una ensalada de frutos del mar, con un poquito de brandada de bacalao, algunos mariscos y mejillones, correcta aunque sin sabores que apasionaran. De segundo, escalopines al limón, también buenos aunque no sublimes. De postre pedí un tiramisú y estaba muy rico de sabor aunque el color era extrañamente amarillo. Me gustó más el lugar, por lo auténtico, que la comida pero aún así creo que merece una visita.
El restaurante en el que cenamos en Liubliana estaba junto al río pero no recuerdo su nombre. Destacaría una rica sopa de ajo, con queso, servida dentro de un panecillo vaciado (ya había probado algo parecido en Praga). Exquisito sabor y deliciosa textura, con las tiritas de miga que va desprendiendo el raspar de la cuchara, hummmm. Muy, muy buena. De los segundos platos, poca cosa que decir, así que pasamos al postre que era un strudel de manzana con queso ricota para morir del gusto y otro dulce típico del que no recuerdo el nombre y que era también similar al strudel pero con semillas de amapola, también bueno pero no tanto como el primero.
De Zagreb recuerdo, por un lado, el burek de queso (recomendado por mi querida Inés Matute)que se puede tomar en el mercado y que levanta a los muertos, eso sí, si os coméis uno entero, acompañado de yogur bebido, no probaréis nada más al menos en 24 horas, estupendo revitalizante para después de una noche de juerga.

Aparte de eso, Roman nos llevó al restaurante Korcula, en el centro de Zagreb. Allí tomé la mejor sopa de pescado que he probado en la vida, transparente y sustanciosa como ninguna, un lujo. Después, pulpo asado, también espectacular, y dos tipos de arroz, uno meloso y otro negro, que fueron el acompañamiento perfecto de un pescado a la plancha que sabía a vivo.

En Zadar probamos un guiso típico de carne rellena de jamón con una salsa muy parecida a la del rabo de toro, saborcito a clavo y ñoquis de guarnición.

Salto culinario hasta Trieste. Muy bien asesorados por la recepcionista del hotel Gran Duche D'Aosta llegamos hasta la Tratoría Antica Ghiaccereta, un local de diseño, aunque tiene raíces antiguas, que ha reinventado con rotundo éxito la dieta mediterránea. Sopa de queso con pulpo, delicada y gustosa; ensalada de crustaceos, de diez, con un paté de nécora absolutamente sublime y una fritura de pescadito del Adriático con un enharinado finísimo y crujiente entre hojitas de salvia fritas..., uf! El postre, sin embargo, algo decepcionante, una creme brullé de la que se salvaba el caramelo porque la textura más que de creme era de flan. De cualquier forma, lugar más que recomendable.

Antica Ghiacceretta



Otra sorpresa maravillosa nos deparaba Vencecia en la segunda visita. Callejeando en busca de algún lugar fuera de los paseos marcados para turistas, recalamos en un pequeño restaurante, la Osteria Giorgione, que resultó todo un paraíso. Era un local pequeño y acogedor, clientes habituales que saludaban a los camareros y una sola mesita sin reservar. Estábamos de suerte. De nuevo comenzamos con los frutos del mar, esta vez mucho más selectos que en Da Piero, la brandada más delicada, los mariscos más frescos y más sabrosos. De segundo, parrillada del Adriático y escalopini, no se les puede poner ni un pero a ninguno de los dos platos, absolutamente perfectos. Pedí un Tocai de la región de Giulia por la que habíamos pasado en coche y de la que me habían sorprendido los viñedos en una región veteada de riachuelos. El vino también resultó exquisito y menos afrutado de lo que había supuesto.

De Venecia recuerdo además un helado de mascarpone cremoso y con el punto justo de dulzor para no resultar empalagoso que compramos en una heladería de la calle de los colores.

Y para despedirnos, un desayuno en una pequeña cafetería en la que acababan de preparar el dolce de la casa, una suerte de milhoja bizcochada con una crema de increíble delicadeza y rodajas frescas de melón..., placer, placer, placer... y con esos espumosos y avainillados capuchinos!!!!

Dolce da casa en Venezia

En fin, estaréis de acuerdo conmigo en que es el gusto el más generoso de los sentidos. O no?

9 comentarios:

Isabel Huete dijo...

Pues no, para mí no, aunque he de reconocer que me encanta comer y no he parado de babear leyéndote. :))
Magnífico viaje.
Un beso grande.

Inma Luna dijo...

Jajaja, Isa, y cuál es para ti?
Me alegro de que te vayamos recuperando. Besitos.

oscar dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
oscar dijo...

Me encantan los mercados, los colores, el bullicio, los olores...
en verano estuve en Rovinj(croacia)
te lo recomiendo.
saludos

Inma Luna dijo...

Estuve, estuve, un pueblecito precioso y sugerente, además llegamos en un día tormentoso con el cielo lleno de gaviotas y mucho silencio. Creo que escribiré algún día sobre ello. Besos Óscar.

Anónimo dijo...

¡¡La madre que te trajo!! A la próxima lectura poética, así sea en la Franja de Gaza, me apunto!!

He engordado sólo de leerte, mala mujer.

Inés

Inma Luna dijo...

Jajaja, Inés, ese burek!!!
Redondita me estoy poniedo. Y ahora de camino a esas quesadillas, frijoles, tortillas, guacamole, fajitas... Y luego, cangrejos, langostas, sopa de almejas en la bahía de San Francisco!!! Uf!

Noelia dijo...

chuta que hambre me ha dado!

Anónimo dijo...

Aunque redonda te pongas tú siempre serás hermosa.