El gato de Sultanahmet sabe cómo se mira.
El gato se tumba en cualquier parte y entrecierra los párpados como quien todo lo posee.
El gato sospecha de las alfombras voladoras,
le tientan los perfumes del pescadito azul y los aires del Bósforo.
Nos sentamos allí, donde Asia comienza su dibujo
y esperamos formales a que la tarde acabe de matizar siluetas.
Los dedos nos huelen a castañas asadas
mientras buscamos la calle que nos lleve a perdernos.
A ratos llueve raki sobre nuestras cabezas,
el sol se vuelve pálido como el té de manzana.
El gato de Sultanahmet maúlla en todos los idiomas,
se arquea como si se quisiera convertir en puente
como si ya nos conociera de habernos visto en otro tiempo,
en los amaneceres en los que todo pasaba por aquí.
La música sufí nos convoca como una ola mística,
los giros del derviche acaban de intoxicarnos el espíritu
y ya no volveremos a quedarnos parados
porque hemos aprendido a volarnos por dentro.
Los almuecines nos siguen reclamando,
volveremos a ver por los ojos del gato.
volveremos a ver por los ojos del gato.
4 comentarios:
Miau.
Qué bonito, Pandora.
Un beso
Gracias. Pandora tú, je. Muas!
Great pics
Thanks for sharing.
Thanks to you for reading. Kiss.
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