Foto de Ángel Muñoz

miércoles, 14 de mayo de 2008

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Le veo comer basura apoyándose en el contenedor. Muchas noches. No se lleva las sobras. Se las come allí mismo, como si se acodara en la barra de un insólito bar al aire libre. Muerde la basura. La saborea mirando fijamente hacia dentro, hacia el lacio y podrido desecho vecinal. Mastica con la boca cerrada, dignamente. La ropa y la barba y la mugre son las de un vagabundo. Pero es un hombre guapo, rarísimamente, es guapo. Con una belleza que no encaja en el cuadro, que desorienta. La escena es tan extraña que casi me apetece pedirle un trozo de cualquier porquería que esté comiendo y dormir a su lado en el cajero.

4 comentarios:

Anónimo dijo...

Hace años, cerca de mi casa, ocurría lo mismo. Mis hijas y yo bajábamos cada noche, con la excusa de echar la basura, y nos acercábamos hasta "su cajero". Solíamos pillarle dormido, y, menos mal, porque nos hubiéramos muerto de vergüenza. Le dejábamos dos madalenas y un brick de leche. Cada noche. Nuestra conciencia se quedaba más tranquila sabiendo que, al menos, tendría un desayuno decente. Un buen día desapareció. Está claro que con madalenas y leche no basta. Ni con el artificial calor de un cajero por toda cama.

Inés

Anónimo dijo...

No basta para qué Inés?

D.P.

Anónimo dijo...

Es,"desecho",no "deshecho"´. Me gustó tu libro.

Inma Luna dijo...

Pues tienes toda la razón señor Anónimo, glups! Ahora mismo saco la h de ahí enmedio. Me alegra que te gustara el libro, me alegra mucho.