No me rechinan los dientes
no sé ladrar.
No sé.
Cuando más me lo espero
aprendo un nuevo ritmo de la respiración.
Me agota el balanceo de la inestable plataforma.
Nado.
Respiro.
Nado.
Floto.
Alcanzo la orilla.
Ni siquiera pretendo salvarme.
Sólo quiero seguir jugando con la arena.
2 comentarios:
Quizás no pretender salvarse sea el truco más acertado para salvarse del todo.
Los acantilados no saben mentir.
Un (b)eso...
Seguro que el deseo de jugar también nos ayuda. Besos.
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