La mañana del 28 de octubre escribí un brevísimo post desde Liubliana. Quiero que lo echéis un rápido vistazo antes de proseguir con esta historia.
Ya? Bien. Comienzo desde ahí, aunque volveré atrás en algún momento, pasaron cosas antes y tengo que contarlas.
Salimos de Liubliana en dirección a Zagreb por caminos de bosques dorados, rojos, ocres y con todos los matices del verde. La ciudad nos recibió soleada tras raros edificios. Encontramos el hotel a la primera, junto a la estación del tren. En recepción, junto a la llave, las invitaciones a la cena del embajador, je, doña Inma Luna ponía en mi sobre.
Roman, Ana y Manuel nos esperaban en la plaza de las Flores, así que nos fuimos hasta allí y comimos con ellos y con Goga, encantadora croata isleña digna de una reseña particular. Nos ventilamos entre todos una estupenda parrillada de carne con vino tinto de la región escogido por Roman con buen gusto, un vinito rasposo y espeso que sabía como olía.
A las 8 teníamos que estar en la residencia del embajador y me acordé de pronto de que no tenía medias para el vestido que pensaba ponerme. Por el camino, Anita y yo entramos en una mercería y compré unas, negras y opacas, por 20 kunas. Llegamos al hotel, me ducho y me voy a vestir, saco el vestido negro y las medias… ¿marrones?, marrones!!, MARRONES!!! En efecto, por más que las mirase buscando su negrura, las medias se volvían cada vez más marrones. Menudo panorama. En fin, escojo otro vestido, bueno, el otro vestido, lleno de colorines, así el marrón pasará inadvertido, digo yo.
Nos apretamos en un taxi Ana, Manuel, mi Tito y yo, listos para el evento. En fin, o sea, ya os podéis figurar que no cenamos cada día con un embajador y su señora.
Al llegar, cada uno se lo monta como puede, con lo del protocolo quiero decir. El embajador, que es andaluz y se llama Manuel, nos recibe en la sala y nos invita a sentarnos. Nadie sabe muy bien si ha de hacerlo en el sofá o en las sillas. Al poco aparece su mujer, tomamos un aperitivo. Luego, en la cena –con un menú, diríamos, años 90-, el embajador nos pregunta por las características de nuestra poesía, glups! Algo así como intimista me escucho responder y hundo la cabeza en el pastel de verdura. Luego me sirvo la ensalada en el plato de la carne sin darme cuenta de que hay un plato aparte para ello. Ana ha hecho lo mismo, nos miramos los platos y nos alegramos mutuamente de la torpeza ajena porque así somos dos las poetas paletas.
Pasamos al café. Seguimos hablando de esto y de lo otro y entra por la puerta alguien que trae una bandeja… con FERRERO ROCHÉ. No sé qué pensar pero el embajador me saca inmediatamente de dudas:
- Hale, Inma, cómete un Ferrero Roché para que mañana puedas poner en tu blog que SÍ, que había Ferrero Roché.
Me lo dice mi madre, que soy una bocazas, me lo dice siempre, pero yo no escarmiento.
En fin, fue divertido, nos reímos un rato a costa de los blogs y los bombones, cuyo color hacía juego, por cierto, con mis medias, esas que me permiten meter tan bien la pata.
Además de la cena y del humor, tenemos que agradecer al embajador y a Mª Ángeles que acudiesen a la lectura que dos días después, Ana y yo, hicimos en la Universidad de Zagreb.
Ya? Bien. Comienzo desde ahí, aunque volveré atrás en algún momento, pasaron cosas antes y tengo que contarlas.
Salimos de Liubliana en dirección a Zagreb por caminos de bosques dorados, rojos, ocres y con todos los matices del verde. La ciudad nos recibió soleada tras raros edificios. Encontramos el hotel a la primera, junto a la estación del tren. En recepción, junto a la llave, las invitaciones a la cena del embajador, je, doña Inma Luna ponía en mi sobre.
Roman, Ana y Manuel nos esperaban en la plaza de las Flores, así que nos fuimos hasta allí y comimos con ellos y con Goga, encantadora croata isleña digna de una reseña particular. Nos ventilamos entre todos una estupenda parrillada de carne con vino tinto de la región escogido por Roman con buen gusto, un vinito rasposo y espeso que sabía como olía.
A las 8 teníamos que estar en la residencia del embajador y me acordé de pronto de que no tenía medias para el vestido que pensaba ponerme. Por el camino, Anita y yo entramos en una mercería y compré unas, negras y opacas, por 20 kunas. Llegamos al hotel, me ducho y me voy a vestir, saco el vestido negro y las medias… ¿marrones?, marrones!!, MARRONES!!! En efecto, por más que las mirase buscando su negrura, las medias se volvían cada vez más marrones. Menudo panorama. En fin, escojo otro vestido, bueno, el otro vestido, lleno de colorines, así el marrón pasará inadvertido, digo yo.
Nos apretamos en un taxi Ana, Manuel, mi Tito y yo, listos para el evento. En fin, o sea, ya os podéis figurar que no cenamos cada día con un embajador y su señora.
Al llegar, cada uno se lo monta como puede, con lo del protocolo quiero decir. El embajador, que es andaluz y se llama Manuel, nos recibe en la sala y nos invita a sentarnos. Nadie sabe muy bien si ha de hacerlo en el sofá o en las sillas. Al poco aparece su mujer, tomamos un aperitivo. Luego, en la cena –con un menú, diríamos, años 90-, el embajador nos pregunta por las características de nuestra poesía, glups! Algo así como intimista me escucho responder y hundo la cabeza en el pastel de verdura. Luego me sirvo la ensalada en el plato de la carne sin darme cuenta de que hay un plato aparte para ello. Ana ha hecho lo mismo, nos miramos los platos y nos alegramos mutuamente de la torpeza ajena porque así somos dos las poetas paletas.
Pasamos al café. Seguimos hablando de esto y de lo otro y entra por la puerta alguien que trae una bandeja… con FERRERO ROCHÉ. No sé qué pensar pero el embajador me saca inmediatamente de dudas:
- Hale, Inma, cómete un Ferrero Roché para que mañana puedas poner en tu blog que SÍ, que había Ferrero Roché.
Me lo dice mi madre, que soy una bocazas, me lo dice siempre, pero yo no escarmiento.
En fin, fue divertido, nos reímos un rato a costa de los blogs y los bombones, cuyo color hacía juego, por cierto, con mis medias, esas que me permiten meter tan bien la pata.
Además de la cena y del humor, tenemos que agradecer al embajador y a Mª Ángeles que acudiesen a la lectura que dos días después, Ana y yo, hicimos en la Universidad de Zagreb.
Foto de la lectura en el Aula Cervantes de la Universidad de Zagreb
3 comentarios:
me encantan las metepatas de medias marrones! jaja! el poder de los blogs... conste que eso que dices de ser nocazas es lo que te hace inolvidable, hermosura...
verificación de la palabra: bessit
Ay, ay, ay, que me meo...
Por favor, quiero salir en una antología que se llame así: LAS POETAS PALETAS.
Te lo juro, me voy a hacer pis.
jajajaja, yo también me meo. Pero mira dónde has llegado por bocazas. te quiero, incluso con medias marrones.
la tata
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