Si hubiese aquí delante una puerta cerrada, delante de mi pecho o mis narices, tendría que aporrearla, tendría que liarme a patadas con ella, buscarle algún resquicio a su cerradura, sacar una tarjeta de mis uñas y escarbar en su boca, arrancar a la lengua metálica de su agujero, partir a dentelladas las bisagras. Si hubiese alguna puerta que estuviese cerrada… Pero yo, ya lo sabes, soy de las que se pasan la vida derribando puertas completamente abiertas, con lo jodido que resulta ese rito de pegarle patadas al aire.
4 comentarios:
Lo malo no es dar patadas a las puertas abiertas sino no darse cuenta de que lo están. Es como bracear en el aire enmedio de la oscuridad.
Un besazo.
...Me paso la vida derribando puertas que están completamente abiertas... Qué atroz y qué máxima lapidaria. Qué certeza a veces eso que hacemos de dar patadas a lo inútil
¡Ay, mi querida Inma, mi aceituna mágica que se ha roto el hueso!
¿Y cómo va a ser si no? ¿Que sería el poeta sin su rito? Que ya sabes que nosotros no podemos deshacernos de nuestro viejo boomerang, y nos pasamos la vida buscando dónde está la otra mitad del medio ambiente.
Somos el segundo mundo, y nuestra vida es puente.
yo tb soy de esas que no solamente lanzan patadas al aire, sino que pelean por miedo a lo que hay detrás de la puerta.
me encantó tu página!
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