Cuando yo vuelva
construiré una casa con palos recogidos del mar
bañados con las voces de todos los que dijeron algo apasionado
y lanzaron su alegría en forma de ola.
Cuando yo vuelva
escribiré un corazón de agua y deshilaré el fuego de la sangre
para abrazar el nuevo nido donde
con ruidos recogidos de las cuevas
arrullaré en secreto
las alas azules de la vida.
Estando en San Francisco recibí un mail de Adrián Arias.
Adrián me contaba que me seguía por el blog, que sabía que estábamos allí y quería que nos conociésemos. Adrián es peruano y trabaja en el barrio latino de San Francisco, en el Mission Cultural Center. Intentamos encontrarnos allí y también en la librería City Light pero no coincidimos. Mails para acá, mails para allá..., no hubo manera. Sin embargo, a los pocos días de regresar a Madrid, Adrián vino también a presentar el libro del cuerpo en la Alianza Hispánica, en un singular acto que se daba en llamar El ritual de la papa.
Llegué con media hora de antelación para que pudiésemos tomarnos algo pero él había salido justo en el momento en el que yo llegaba.
En fin. Me senté por allí. Conocí a otras personas. Pregunté a todo el mundo si estaba Adirán por allí. Y no.
Empezó el acto: cuatro conferencias sobre la papa. Nunca pensé que un tubérculo diese para tanto pero el público escuchaba con atención a los expertos. La papa parriba, la papa pabajo y yo mirando a mi alrededor a la búsqueda del desconocido Adrián. Cuando por fin llegó salió disparado hacia la mesa y no pude ni hacerle un gesto. Increíble. Tenía que marcharme. Se me había hecho tardísimo y una vez más contacto fallido. Le envié un mail al día siguiente contándole la aventura. Flipó. Sólo le quedaba un día más de estancia en Madrid. Me llamó el 25. Quedamos? El 25? Adrián es Navidad. Como con mi familia, puedes imaginarte. Dónde vives me dice? Le cuento. Uffff. Ya. Pues no sé cómo. Me imagino. Bueno, voy. Vienes? Voy... Llegó. Sí. Llegó, hizo la ruta periférica y apareció junto a mi casa. Encontramos un bar. Cerveza y gambas. Adrián se había cortado la melena. Quiere poner un bar de tapas en San Francisco. Me da sus preciosos libritos. Me encanta conocerle. Qué extraño recorrido para este encuentro. Inventamos futuros y nos citamos muy pronto en cualquier otro sitio.
Ahora he leído sus poemas, he visto sus fotos, sus dibujos y he descubierto que tiene una luz azul como la que yo observo a veces y sueña mariposas y se pregunta ¿qué ruido recorre en silencio las dimensiones de un cuerpo que acaba de notar su soledad?
Me asombran los hilos invisibles que dan la vuelta al mundo y nos arrastran despacio hasta los otros.
(El poema y las fotos son, por supuesto, de Adrián Arias)
2 comentarios:
Qué bien descrito ese sentimiento, esa sensación. Esos hilos invisibles son la magia de la vida.
Un beso
...inventar futuros, esa es la profesion que adoro...gracias Inma, por tus alas de mariposa azul y tu poesia
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