Foto de Ángel Muñoz

jueves, 8 de enero de 2009

Gracias Jordi

Ayer mismo FHQ me pedía alguna razón para leer mis Mujeres. Le contesté con una chulería (je, esa ha sido su perspicaz impresión) aunque he de confesar que me pongo chulita cuando no sé muy bien qué responder.
Por suerte, hay quien me regala motivos para invitar a la lectura de mis cuentos. Conocí a Jordi Macarulla en Barcelona hace unos meses, os hablaré de sus Formas del relámpago muy pronto, de esos personajes suyos que saltan desde la vida a las páginas del libro para que él les dote de un pálpito casi más enérgico que el de la propia realidad.
Jordi me escribió una preciosa carta, que me hizo emocionarme y que ahora (con su permiso) comparto con vosotros por si FHQ y los que aún no habéis leído Las mujeres no tienen que machacar con ajos su corazón en el mortero os sentís tentados de hacerlo:






Buenas Inma

Te escribo porque quiero decirte que me leí muy rápido tu libro, hace tiempo, días después de tu visita a Barcelona. Debo aclarar antes de nada que soy un lector estricto, pero no con la exigencia de los finos paladares que desprecian lo mundano, lo que según consideran no llega a la altura, lo que no encaja en los márgenes de calidad establecidos. No, lo soy con la exigencia del niño que se aburre en las sobremesas de mayores, y se inquieta, y tiene que levantarse, y entretenerse en otro sitio. Así de simple. Por eso soy lector básicamente de cuentos más que de novelas, y cuando lo soy de novelas, mejor que sean negras, que me atrapen desde el principio, porque no voy más allá de la primera esquina si el camino se me hace largo. Regreso, cierro el libro y lo sumerjo en la estantería hasta que ya no respira. Aunque me lo hayan recomendado desde todos los frentes, aunque esté en las lista de los más vendidos. He hecho esto con novelas que si las nombrara podría correr el riesgo de lapidaciones o quemas en la pila, de peticiones masivas para que me fuera retirada mi titulación de filólogo a la que accedí sorteando múltiples obras maestras de la literatura universal de lectura obligatoria simplemente porque me arrastaban al tedio y al bostezo.

Y lo mismo ciertos libros de cuentos. Durante años he sido intrépido rastreador de escritores noveles siguiendo la pista de suplementos literarios o de tableros de novedades en librerías decentes (aunque tal ímpetu seguramente no hubiera sido suficiente para encontrar el mío). Así he descubierto autores que me han atrapado con sus historias cortas pero intensas y sigo después con interés sus obras siguientes, no sé, Calcedo, Ferrando, Castán. Y mi obsesión por el cuento me llevó también a auténticos maestros como Dobyns o Carver, al otro lado. Intento tenerlos a mano, visibles, cercanos, para cuando necesito volver a leerlos, diseccionarlos, esparcirlos con las entrañas abiertas sobre el tablero. Así descubrí el mejor cuento (según mi concepción de cuento) que he leído nunca, Cuando la tarde se inclina, de Lázaro Covadlo. Esos libros, a diferencia de los otros, inmóviles, abandonados, a los que no les concedo más crédito del necesario, sean quien sean y vengan de donde vengan, los encuentro siempre, aunque su vigencia obligue a ser cambiados de sitio constantemente, por lo que tienen algo de nómadas en los rincones limitados de mi casa.

Y esto también le pasa a Mujeres…, a veces lo encuentro en su sitio más o menos oficial de la estantería, pero otras aparece entre los cojines del sofá o sobre el banco de la cocina, junto al despertador en la mesita de noche cuando despierto por la mañana o entre el desorden de papeles de mi escritorio. A veces también al meter la mano en la mochila que cuelga de mi espalda cuando voy o vuelvo del trabajo.

Es decir, Mujeres… posee para mí también ese don del reclamo, del regreso constante a ese o a ese otro cuento. Así es como me gustan a mí que sean los cuentos, pulidos de flecos innecesarios, dosificándoles a conciencia la información suministrada con la que va avanzando la historia, justo lo necesario para que la digestión sea perfecta, con el tempo preciso, el lenguaje seco y contundente, adaptado a cada uno de los argumentos, la escritura al servicio de lo contado y no lo contado al servicio de la escritura, el tono camaleónico pero siempre acertado, los personajes absolutamente creíbles desde el primero de sus movimientos, desde la primera de sus frases, los diálogos reales, la flecha en el centro mismo de la diana cada vez que se dispara, la cuerda siempre tensa.

He leído La línea rosa, el que más me ha gustado, un montón de veces. No sé si será por ese aire carveriano de la voz narrativa. Es un cuento difícil de acometer pero de resultados redondos, el flujo mental a base de palabras, de frases cortas, directas, como si leer fuera estar en la sala oscura de un cine con la enorme pantalla delante, como si leer fuera estar viajando en el metro dentro del mismo personaje, pero en ambas sensaciones sin que el placer de en realidad estar leyendo se resienta, todo lo contrario.

Quisiera nombrar también otros cuentos (a mí me gusta que hagan lo mismo con los míos, esa curiosidad de saber cuáles han gustado más que otros). Por eso te digo: El hombre del butano, La vida en común, El empleo, cómo algunas pequeñas tragedias pueden también tener ese regusto dulce, y sobre todo A veces me quiere como Julia y otras como Begoña, una historia sencillamente exquisita, cosida como las otras, punto a punto, sin impurezas, la cuchara volviendo a la boca sólo cuando lo de antes ya está en el estómago, pero sin descanso, llevándonos paso a paso a un final que quizá pueda llegar a intuirse pero que no por ello pierde contundencia.

Bien, Inma, un placer haberte leído y haberte conocido cierta noche en Barcelona. Nos vemos algún día

Por cierto, el otro día estuve en tu tierra e hice unas fotos curiosas que he colgado en mi blog. Seguro que te suenan.



Jordi Macarulla
www.formasdelrelampago.com

5 comentarios:

libertad dijo...

qué maravilla que te escriban esto!. Precioso. Precioso.

Hugo dijo...

Esa carta es en sí un relato breve.¿no crees? ¿Cómo la titularíamos? Ummmm....

DEBORAH VUKUSIC dijo...

dos escritores magníficos y a los que aprecio que se corresponden...
me encanta!
deseo el bienestar de tu papi...
todos los besos del mundo!

Anónimo dijo...

Enhorabuena Inma, por tu Blog.
Que las musas te acompañen por siempre.
Saludos con el alma.
JOSMAN.

Inma Luna dijo...

Es cierto, Libertad, es emocionante.
Pues sí, orador, tiene mucho de eso, se nota que Jordi sabe cómo contar.
Vuk, guapa, gracias y más besos pa ti.
Hombre, Josman, bienvenido y gracias por tus deseos.

Besitos.