Foto de Ángel Muñoz

miércoles, 24 de noviembre de 2010

Vistazo a la sala del desespero

Mientras el cielo abierto me ilimita, os observo de refilón cada mañana, soñolientos a la luz mortecina de la máquina de cocacola. Os atisbo sentados, con las cabezas gachas, el pelo sucio de vuestras coronillas, coleteros azules, soledad atrincherada. Permanecéis a oscuras en la sala de espera pero se ve sin veros que esperáis a la nada, que os convoca el silencio, que sabéis que esta batalla también está perdida. Sois los mismos locos que veía de niña a través de la ventana de colegio, los mismos locos pero con otros nombres, con una identidad aún más difusa, sin el apelativo que aportaba la excusa para poneros barquitos de papel sobre vuestro peinado. Ahora sois enfermos y es todavía más triste veros cada mañana hundidos en la silla del mundo imaginario tintado de los colores apagados del litio. Los enfermos mentales no interesan a nadie, no sonríen como cuando era niña contándote sus chistes miserables y bobos. Cuando llego al trabajo los conserjes observan el discurrir rosado de las rutas viarias. Ni ellos pueden volar ni yo tampoco porque tengo las suelas pegadas a la máquina roja que no refresca nada.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Envidia.
Envidia sana si es que existe ese tipo de envidia. Yo creo que si.
Envidia siento al leerte.
No dejes de escribir.

rakel dijo...

me ha encantado. Refleja cosas de muy adentro, que a veces da miedo poner en palabras. sobretodo porque es tan humano, tan posible...

Inma Luna dijo...

Muchas gracias a los dos, a veces la gente me asalta desde detrás de las ventanas.