
A veces me pregunto si no soy un poco tiquismiquis con los temas que atañen a las mujeres, me lo pregunto y no tengo más remedio que responderme que no.
Hace unos días Isabel contaba esta historia en su blog, una historia que me hizo reflexionar sobre el hecho de que las mujeres siempre tengamos que estar prevenidas ante el engaño, que tengamos que sospechar de cualquiera que parezca valorar nuestras aptitudes y que, lamentablemente, en muchos casos, esas sospechas se confirmen. Me parece realmente triste que algunos hombres intenten conseguir echar un polvo a base de engaños, cuando no, de violencia, dramático asunto.
No es necesario buscar mucho, podemos abrir cualquier periódico y observar la situación de la mujeres en lugares como el Congo (donde se llevan su parte en el conflicto bélico a base de torturas y violaciones), en Afganistán (donde ocho de cada diez mujeres sufren violencia doméstica, entre otras muchas formas de violencia) y, sin irnos tan lejos, ahí, a la vuelta de la esquina encontramos mujeres asesinadas, mujeres sometidas abusos permanentes por el uso de la fuerza y, algo que me continúa sorprendiendo, una imparable violencia sexual. A lo mejor soy ingenua pero no soy capaz de comprender por qué se utiliza la sexualidad como agresión, por qué los hombres pueden encontrar placer en esta acción terrible cuando el sexo debería ser siempre un modo humano y placentero de relacionarse.
Pero, por otra parte, también he observado actitudes preocupantes en algunas mujeres. Siguen chirriándome comportamientos que fomentan los tópicos menos convenientes, la sumisión, por un lado, y la cosificación (feo palabro), por otro. Videos musicales, programas de televisión, internet o literatura (sí, literatura, incluso esa escrita por mujeres supuestamente innovadoras que me pone los vellos de punta. Cuidado chicas, no le demos tantas vueltas a la tuerca que nos pasemos de rosca), alientan estos modelos.
La historia de la antropología está plagada de ejemplos de imposición masculina, de patriarcado y, por supuesto, de violencia y menosprecio hacia los valores femeninos. Pero lo cierto es que hoy en día sigo escuchando opiniones de hombres y mujeres que me espantan, que me hacen plantearme lo poquísimo que avanzamos en el terreno de la igualdad de derechos, en el terreno de mostrarnos, comportarnos y relacionarnos como personas sin hacer bandera de los roles que nos llevan a lugares poco beneficiosos tanto para unos como para otras, pero especialmente para otras, para aquéllas que se llevan la peor parte.